Una mirada al ordenamiento posbélico de la Rusia actual

Una mirada al ordenamiento posbélico de la Rusia actual

Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania, el 24 de febrero, la situación en el inmenso territorio que no solo abarca los países de la antigua URSS (Transcaucasia y Asia Central incluidas), sino Europa también, comenzó a cambiar radicalmente en muchos aspectos. El carácter de estos cambios es global e influye prácticamente en el desarrollo posterior de toda la humanidad.

Muchos de los que perciben la realidad de manera objetiva ya no buscan respuestas a la pregunta: “¿quién va a vencer?”. Claro está que la presunta “coalición proucraniana” de los estados de Occidente es en todos los aspectos más fuerte que su agresor vecino oriental. Claro que la retórica “nuclear” y las amenazas de Putin y de otras personalidades oficiales y propagandistas rusas genera ciertas dudas e inquietudes. Pero Occidente las toma en consideración, emprendiendo decisiones y acciones apropiadas. A la vez, no pierden actualidad las respuestas a las cuestiones, relacionadas con el desarrollo y desenlace de la guerra ruso-ucraniana: ¿cuánto tiempo va a durar?, ¿cuáles serán las configuraciones y los parámetros de la victoria de la “coalición occidental” y de la derrota rusa?, ¿qué ayuda va a recibir Ucrania?, etc.

Sin embargo, en los próximos meses, de manera inevitable y justificada, debe salir en primer plano la búsqueda de soluciones a los problemas de la organización posbélica del así llamado espacio Euroasiático, perteneciente actualmente al estado de Rusia y sus “aliados” forzados y satélites. No solo es importante pronosticar, sino influir de manera insistente y eficaz en el desarrollo de los acontecimientos en esta macrorregión después de la victoria de Ucrania y sus aliados en esta guerra. El futuro de los estados vecinos de Rusia requiere un análisis particular. Analicemos, pues, los posibles escenarios del desarrollo de la situación en Rusia después de la guerra y de su derrota.

Mucho antes del comienzo de la guerra, antes, incluso, de los sucesos del 2014, algunos especialistas y activistas analizaban variantes del desarrollo de los acontecimientos que podrían redundar en la caída del régimen putinista y afirmaban que eso pudiera suceder como resultado de uno de los siguientes acontecimientos y procesos o de su combinación:

– cataclismos naturales globales, incluyendo cambios acelerados del clima y los consiguientes desastres sociales a gran escala como hambruna masiva, epidemias, migraciones, etc.;

– cualesquiera confrontaciones internacionales de amplio alcance: guerras entre los estados vecinos o entre los que no son limítrofes, o también entre alianzas, lo que puede causar tensiones económico-sociales, estropeo y destrucción del funcionamiento normal de todos los sistemas estatales y hasta del Estado mismo;

– la muerte del líder y la hipotética incapacidad de su entorno de garantizar la conservación del statu quo lo que puede originar choques masivos;

– las poco probables manifestaciones de masas contra el poder de grupos y capas del pueblo ruso que constituyen la mayoría étnica aplastante en Rusia.

A la vez, en las condiciones de la política de Putin, la inevitable y continua degradación de los órganos estatales al encarar cualesquiera acontecimientos mencionados arriba, será un factor debilitador y peligroso, destructor para el Estado.

Con el tiempo, una parte muy pequeña de expertos y representantes de la oposición antiputinista, se puso a analizar no solo la necesidad de derrumbar el régimen actual, sino también la posibilidad, más aún, la inevitabilidad de la desintegración de Rusia o de la supresión de la Federación Rusa en su configuración actual vigente desde el año 1991.

La guerra desatada en Ucrania por el régimen putinista y los subsiguientes procesos, decisiones y acciones se convierten en los factores mencionados más arriba y eficaces condiciones de la caída del régimen putinista y pueden significar el comienzo de la disgregación y fracaso completo del actual Estado ruso.

La eventual disgregación mencionada junto con la acción de varios factores hacen presuponer la realización de los siguientes escenarios:

1. La aparición de varios Estados que unan algunos territorios de las actuales regiones rusas, a la manera de la separación de las antiguas colonias británicas;

2. La aparición de muchos Estados grandes y pequeños que serían formados según los criterios etnogeográficos, a la manera de la disgregación de la antigua Yugoslavia.

3. La aparición de varios Estados relativamente grandes, fuera de cuyos límites, en una parte considerable del territorio de la antigua Rusia; reinaría la anarquía y no cesarían los conflictos.

4. La refundación o creación de un nuevo Estado ruso en los límites de la Rusia actual, lo cual parece menos probable.

5. La ocupación por otros Estados (introduciendo sus tropas) para neutralizar las consecuencias de una catástrofe humanitaria en una gran parte de Rusia.

Los procesos actuales y los supuestos resultados de la guerra contra Ucrania han creado para la oposición rusa las posibilidades de obrar con miras a cambiar el régimen político en Rusia. Pero se deberían tener en cuenta las siguientes circunstancias:

– la oposición a Putin es muy heterogénea y está escindida en plan organizativo;

– varios grupos opositores a Putin carecen de confianza mutua y no consideran a los otros como aliados equitativos, sus aspiraciones se basan en valores diferentes y persiguen objetos distintos, y,con frecuencia, diametralmente opuestos;

-ciertas partes de la oposición anti-Putin solo son aliados temporales, ocupando posiciones incompatibles y hostiles que no implican compromiso alguno;

-en caso de desaparecer el enemigo común personificado en el “Putin colectivo”, algunas partes de la oposición antiputinista pueden darse a acciones mutuamente hostiles.

Convencionalmente, la oposición anti-Putin puede ser dividida en tres grupos principales.

El primero está integrado por los partidarios de un “arreglo cosmético” de la estructura imperial del Estado. Ellos solo proponen sustituir a los antiguos representantes del poder por unos nuevos sin que se cambie el poder mismo. Según las opiniones y la actuación de tales políticos, ni siquiera se toman en consideración otras vías de desarrollo para Rusia, suponiendo que el formato actual del Estado es completamente admisible: solo hace falta cambiar a los representantes del poder para que cambie todo y se consiga el resultado deseado. Este proceso estaría acompañado por el restablecimiento de la mayor parte de los derechos y libertades, liberalización de la economía y de los negocios, la ampliación de los poderes y derechos de las regiones y etnias no rusas. Los políticos que opinan así, básicamente, no dejan de ser cuasiimperiales, o sea, partidarios de un Estado centralizado, de la superioridad y dominación de las cultura y lengua rusas, sancionadas por el Estado, de la concepción unificadora del ordenamiento de todos los territorios, pueblos, culturas y ciudadanos sin exclusión alguna. Admitimos que algunos de tales políticos podrían consentir la necesidad de una insignificante redistribución de los poderes entre el centro federal y las regiones a favor de estos, pero con numerosas reservas y restricciones del derecho a la autodeterminación de los pueblos autóctonos de Rusia. Sin duda, en realidad, los partidarios de esta variante conservan los residuos de las relaciones coloniales y de la desigualdad de derechos de los pueblos, cosa que fue rechazada por Occidente ya en siglo XX.

A otro grupo pertenecen los representantes del así llamado federalismo “verdadero”, los que proponen reducir los poderes del centro federal a favor de las regiones, ampliando los derechos y libertades de los ciudadanos y pueblos, a lo cual se opondrá, sin duda, un 80% de la mayoría étnica de la eventual federación. Uno de los representantes más destacados de esta corriente es Airat Dilmujamétov, político opositor bashkirio, tachado de extremista y separatista por el poder putinista y condenado por tercera vez a 9 años de prisión por motivos políticos. Hay también Mijaíl Jodorkóvskiy, Grigóriy Yavlínskiy con los miembros de su partido democrático “Yábloko” (“Manzana”), Vladímir Rizhov, Nikolay Svanidze y muchos otros. Estos representantes de un federalismo “verdadero” proponen una aproximación más exigente en materia de los poderes del centro federal que debería transferir preferencias a las regiones; no obstante, tal postura, en realidad, deja intocables los principios estructurales de un Estado muy centralizado que conserva algunos indicios del imperio. Debido a la mayoría demográfica de la etnia rusa que, en granparte, si no en una mayoría aplastante, está contagiada de racismo, chovinismo, xenofobia y soberbia imperial; el Estado centralizado podría ser restituido fácilmente, resucitado con la aparición de líderes semejantes al dictador Putin. A comienzos de los años 1990, habían sido firmados varios convenios entre las repúblicas autónomas y el poder central, pero más tarde vimos con qué facilidad fueron violados por el centro federal. E Ichkeria, que aspiró a la independencia, fue literalmente arrasada con bombas y misiles bajo órdenes de un Yeltsin apoyado por la mayoría de la población rusa. Resultaron asesinados cientos de miles de ciudadanos pacíficos, devastadas decenas de ciudades, aúles y poblados, fue implantado un poder represivo que puso en práctica los métodos más inhumanos de violencia y muerte.

Los partidarios de la tercera vía abogan por la libertad verdadera para las minorías étnicas autóctonas de Rusia o por la plena decolonización, o sea por la autodeterminación y obtención de la libertad para algunos pueblos no rusos (en las regiones y macrorregiones), lo que implica una radical reestructuración o la disgregación territorial completa del Estado ruso, que nunca ha sido una federación de hecho, conservando hasta hoy los rasgos arcaicos de un imperio del siglo XX. Los partidarios de los primeros dos grupos nunca han tomado en consideración la posibilidad de otorgar a los pueblos minoritarios autóctonos de Rusia el derecho a la real autodeterminación e independencia, a pesar de que esta es la voluntad de esos pueblos en el siglo XXI y es un escenario real y requerido. De momento, la tercera variante no tiene numerosos partidarios. La demanda de la plena decolonización, de la disgregación de Rusia y de obtención de varias formas de libertad para sus pueblos, particularmente de la independencia, no deja de asustar a la gente, debido a las posibles persecuciones de parte de las autoridades rusas y a la incertidumbre por desconocer el futuro. Muchos representantes del pueblo ruso rechazan esta variante que genera tal incertidumbre a causa de una posible ruptura con algo potente y grande a lo que uno se ha ya acostumbrado. Pero tal es el camino preferido por los pueblos y las regiones que están dispuestos a asumir esta dificultosa responsabilidad después de sus sufrimientos a lo largo de siglos formando parte del imperio ruso.

Cada pueblo autóctono que vive en sus tierras ancestrales, pero dentro de las fronteras de Rusia, siempre ha perdido y sigue perdiendo algo que le pertenece: se le reduce numérica y territorialmente; se limita el funcionamiento de su lengua y cultura, el control sobre sus tierras, las riquezas del subsuelo y recursos naturales, sus derechos, su seguridad, su independencia; se desprestigian sus élites, etc. Antes de y durante la II Guerra Mundial cerca de 20 pueblos de la URSS fueron sometidos a deportaciones y al genocidio. Actualmente algunos pueblos que integran la Federación Rusa han disminuido drásticamente en su número o han desaparecido por completo.

El análisis de la idea de la independencia de las etnias minoritarias de Rusia debe impulsar a los gobiernos europeos, de EE. UU. y de otros países de Occidente a comprender que la aparición de nuevos Estados independientes en el territorio de la Rusia actual, que estarían interesados en la colaboración global y el acceso a la experiencia civilizacional de Occidente, puede proporcionar una magnífica oportunidad para invertir su riqueza de manera ventajosa sin recurrir a la mediación de Moscú.

En la Rusia actual, el dinero obtenido de la explotación y venta de los recursos naturales de las regiones se malversa, se distribuye de manera injusta, las ganancias se transfieren al extranjero o se dedican al presupuesto militar, mientras que los gastos para la enseñanza y la salud sufren recortes continuos. El presupuesto se gasta de manera ineficiente, los recursos se dirigen para aumentar el abuso policial, que le ha permitido a Putin construir un Estado totalmente corrupto, criminal y terrorista que amenaza a toda la humanidad.

La guerra contra la Ucrania independiente, desatada por la Rusia que no ha abandonado sus ambiciones imperiales, es una guerra delictiva que atenta contra todo el orden mundial y desfigura por completo el sistema de seguridad internacional existente. Tal vez está llegando el tiempo de revisar muchas reglas, principios y acuerdos internacionales, adaptarlos a las demandas de la nueva realidad para excluir que se repitan hechos tan intolerables y para tomar medidas más amplias encaminadas a garantizar la seguridad para todos los pueblos y etnias. No hay duda de que la exclusión definitiva de Rusia de la lista de los sujetos de derecho internacional fortalecerá la seguridad y la cooperación internacional.

Vladímir Dovdánov, Vicepresidente del Congreso del Pueblo Oirat-Calmuco

Корреспондент

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